martes, 9 de junio de 2009

La Serrana

El gran caballero con su armadura de color negro se disponía tomar la senda que le conducía al castillo. El había tomado la cabeza del hombre al que mandaron asesinar en su mochila de cuero tachonado. Por esa senda se encontró una mujer bellísima pero más sucia que el agua de un establo. Lo más extraño es que en el camino de ida no la había visto, pero nuestro caballero se disponía a pasar sin hacerle mucho caso, pero entonces esta mujer se puso en medio de la senda y saco una espada.

-¿Que hace usted aquí?

-Me dispongo a ir al castillo, a entregar la cabeza de un hombre que se fugo de la cárcel.

-Pues por aquí no pasaras sin darme una cosa a cambio.

-Que te puedo dar si silo tengo esta armadura, esta espalda y la cabeza del muerto.

-¿Seguro?, hay una cosa que si puedes darme.

-¿Como qué?

-Ya sabes, eso...- Decía mientras se acariciaba su sucio pelo

-¡No!, ni soñarlo, antes preferiría limpiar las cuadras del castillo a eso

-Pues por aquí no pasaras

Entonces se pusieron a pelear. Para sorpresa del caballero la mujer se defendía muy bien con la espada. Después de un rato peleando la mujer le dio con la espada por la parte que no estaba afilada en la cabeza y lo dejo desmallado. Al día siguiente se encontró despierto en una cama que no conocía, atado de pies y manos mientras la mujer estaba dormida y agarrada a él. Con la mano que tenía mas cerca de la ventana pudo agarrar la punta de la espada y el dejo caer con suavidad para que cortase la cuerda. Dejó con esa mano libre cogió la espada, se libero, se vistió y se prometió a si mismo que no volvería a ir por allí.